La Humildad es la Antesala de la Paz y la Armonía

La Humildad es la Antesala de la Paz y la Armonía

Cuentan que durante la gran depresión del 1929, un banquero visitó a su consejero espiritual para que le ayudara con su desazón y este le sugirió, entre otras cosas, que se vistiera de humildad.

– La humildad es para los endebles, le ripostó con arrogancia.

– Sin embargo, Jesucristo fue el modelo de humildad, hijo mío.

– Le creo, pero precisamente, ese ejemplo prueba mi punto de vista; a Jesús lo mataron, carcajeó burlándose y se alejó.

Parece ser que para muchos la humildad es solo un adjetivo bueno para sermones, pero de poco valor práctico ya que para sobrevivir hoy en día hay que ser competente y agresivo. Por lo tanto,para estos la humildad en realidad es un estorbo. Solo los débiles de carácter los que son humildes – sugieren.

Sin embargo, la humildad es una virtud contraria al orgullo y la vanidad. La cualidad solo atribuida a quienes han desarrollado una personalidad consciente de que todos pertenecemos a un colectivo, la raza humana, por lo que no establecen castas distintivas – todos somos iguales. Por lo tanto, la humildad es un valor opuesto a la soberbia, pedantería y altanería.

El significado de humildad se relaciona con su origen etimológico. Como tal, la palabra proviene del latín humilĭtas, que a su vez proviene de la raíz humus, que quiere decir ‘tierra’. Se desprenden, por lo tanto, varios principios:       

  • La Humildad como Valor Humano,
  • La Humildad como Demostración de Fe,
  • La Humildad como Bastión de Paz.

La Humildad como Valor Humano

La humildad como valor se refiere a una cualidad de la persona que se «rebaja» frente a los demás, porque reconoce la equivalente dignidad de cada ser humano ya que todos vienen «de la tierra». Este último sentido hace de la humildad una actitud relacionada con la virtud de la modestiaque reconoce sus propias limitaciones.

La humildad puede ser una cualidad humana independiente de la posición económica o social: una persona humilde no pretende estar por encima ni por debajo de nadie, sino que sabe que todos son iguales, y que toda existencia tiene el mismo grado de dignidad. Por lo tanto, es un error creer que ser humilde implica dejarse humillar, pues la humildad no supone una renuncia a la dignidad propia como persona.

Un ejemplo oportuno sobre la humildad es que sabe reconocer los errores ante los demás, incluso pedir perdón, algo que los pedantes y narcisistas ni concebirían en sus más remotas imaginaciones. Una persona que actúa con humildad no tiene complejos de superioridad ni tiene la necesidad de hacer alarde de sus logros; mucho menos los usa para pisotear a las personas aunque tenga autoridad – va más allá, rechaza lo ostentoso y evita toda relación con la arrogancia y el egoísmo.

Características de la Humildad

Un hecho es cierto: la humildad se manifiesta en el comportamiento.

Entre un sinnúmero de posibilidades para identificar esta maravillosa cualidad, alisto algunas expresiones concluyentes:

  • Comprende la igualdad y dignidad de todos, sin excepción,
  • Valora el esfuerzo de otros y lo expresa,
  • Suaviza las virtudes propias,
  • Sabe ceder para trazar buenas relaciones,
  • Reconoce sus propias limitaciones (modestia),
  • Suele expresarse con amabilidad sincera,
  • Percibe las relaciones sociales desde la horizontalidad, nunca de forma piramidal,
  • Escucha a los demás con atención y toma en cuenta sus opiniones,
  • Respeta genuinamente al prójimo,
  • Busca paz y armonía.

La Humildad como Demostración de la Fe

Según las Santas Escrituras, la humildad es la actitud moral que se debe observar ante Dios, frente a su grandeza y perfección, y en plena conciencia de que ha sido Él quien nos ha creado, por lo que gracias a Su bondad tenemos vida.

De manera que en la Biblia la humildad implica reconocer la propia pequeñez ante la magnificencia del señor Soberano Dios y, del mismo modo, aceptar que todos los seres humanos poseen la misma dignidad, la cual respetamos de buena voluntad.

En este sentido, la Biblia aconseja:

“…Ahora bien, vístanse todos de humildad al tratar unos con otros, porque Dios se opone a los arrogantes pero les muestra bondad inmerecida a los humildes” (1 Pedro 5, 5).

Así pues, la persona humilde comprende que ante los ojos de Dios todos somos iguales – como parte del colectivo humano –  ya que Él le brinda la misma oportunidad de conocerlo a todos sin parcialidad. Por lo tanto, el concepto de la igualdad que Dios otorga nos obliga a tratar a los demás con respeto y dignidad – con imparcialidad.

Considerado el mejor maestro de todos los tiempos, Jesucristo es sin lugar a dudas el paradigma de lo que representa la humildad.  

La Biblia explica:

“Mantengan esta misma actitud mental que tuvo Cristo Jesús, 6 quien, aunque existía en la forma de Dios, no pensó en quitarle el lugar a Dios y hacerse igual a él. 7 No, más bien dejó todo lo que tenía y tomó la forma de un esclavo y se convirtió en un ser humano. 8 Es más, cuando vino como hombre, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, así es, una muerte en un madero de tormento.” (Filipenses 2, 5-8).

La Humildad nos Favorece

Además de todo lo antes mencionado, tener humildad nos hace mucho bien. La humildad atrae a las personas a nosotros. Para entender por qué sucede esto, pensemos con qué clase de personas nos gusta estar. ¿Verdad que no nos agrada la compañía de quienes siempre se quieren salir con la suya, no aceptan sugerencias de nadie y quieren controlarlo todo?

En cambio, nos sentimos a gusto cuando estamos con gente que demuestra empatía y humildad. Pues bien, si así es como nosotros nos sentimos, es lógico pensar que los demás solo se sentirán a gusto con nosotros si somos humildes.

La humildad también nos ayuda a enfrentar las dificultades de la vida. Es normal que haya cosas que nos parezcan injustas o incorrectas. No siempre se les da reconocimiento a las personas con talento, y en ocasiones se da más honra a quienes tienen menos aptitudes. Pero lo prudente es asumir la realidad en vez de obsesionarse con las situaciones negativas. Si somos humildes, nos resultará más fácil aceptar la vida como es, no como creemos que debería ser.

La Humildad como Puente de Paz

La humildad es una cualidad interior, la virtud de la persona que no es orgullosa o arrogante, y que lo manifiesta con su apacibilidad, paciencia y espíritu conciliador. Las personas humildes, por su condición de no reparar en distinciones y ver a todos como iguales, no se magnifican ante otros y, además, saben escuchar con agrado, lo que da paso a razonar – elemento unificador a la hora de hacer las paces.

Mahatma Gandhi expresó esta idea con una frase singular:

Si quieres la verdadera paz en el mundo, comienza con los niños.

De hecho, fue Jesucristo quien utilizó a los niños como modelo:

“Dejen que los niños se acerquen a mí. No traten de impedírselo, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. 15 Les aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño jamás entrará en él”.” (Marcos 10:14, 15).

¡Qué excelente lección! Para recibir las bendiciones de Dios tenemos que imitar la humildad y tener la buena disposición de ser enseñados que tienen los niñitos.

Por lo tanto, lejos de ser un distintivo de debilidad, la humildad es una fuerza vigorosa que engrandece el valor de los que la ejercitan, y, por si fuera poco, nos tiende un puente de Paz – un valor enorme en un mundo colmado de odio.

Abracemos de corazón la Humildad y pongamos nuestro granito de arena en este mundo tan distanciado.

No cabe duda, la Humildad es la antesala de la Paz.

Pardo