Un hombre se perdió mientras conducía por el campo. Mientras trataba de leer el mapa, accidentalmente se salió del camino y cayó en un barranco lleno de lodo. Aunque no sufrió heridas, el auto estaba estancado en un fangal. Empezó a caminar para buscar ayuda hasta que dio con una finca donde encontró a un ranchero.
Le pregunta si pudiera ayudarle a sacar el auto del fango. Sin siquiera ojearlo, le señala hacia un burro viejo que pastaba apaciblemente. Entonces, le dice: “Cochise puede hacer el trabajo sin problema”. El hombre mira a aquella triste imagen pastando con más dudas que al principio. La perplejidad se le notó en el rostro. “Sí, el viejo Cochise puede hacer el trabajo”– le aseguró el granjero. El hombre pensó que no tenía nada que perder, pues de momento no tenía otra enmienda. Y ahí se fueron hacia el auto, el granjero, el hombre y Cochise.
El granjero enganchó al burro al carro. Con un tiro a las riendas vocifera: “¡Empuja Papo, duro, duro, empuja Carlos, duro, duro, empuja Nano, duro, duro, empuja Cochise, duro, duro!”. Y, el burro sacó del fango al auto sin esfuerzo aparente.
El hombre estaba asombrado por aquella proeza. ¡Increíble! Le dio las gracias al granjero que para entonces era todo sonrisas. Se le acercó a Cochise y le dio una palmadita y le pregunta: “¿Porqué dijo todos esos nombres antes de decir el de Cochise?”.
El granjero se sonríe y le expresa mirándolo entre los espejuelos: “El viejo Cochise está casi ciego. Por eso, mientras el crea que es parte de un equipo, no va a tener problema en dar tirones.”
Hagamos que otros se sientan como parte del equipo – siempre darán lo mejor.
–Pardo